Toda la familia nos reuníamos en esta playa cada verano. Aquí mi madre me enseñó a nadar y mi padre a montar en bici.
Con el paso de los años, continuamos viniendo y yo aprendiendo de mis padres. Sobre todo, alrededor de una mesa, saboreando un pescado a la brasa y unas copas de Viña Muriel Blanco Reserva. Cómo recuerdo esas interminables charlas que se convirtieron en lecciones de vida.
Ninguno imaginaba entonces, que este rincón del mundo, se convertiría para siempre en parte de nuestra historia.
Viña Muriel. Vinos que tienen muchas historias que contar.
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